jueves, 6 de febrero de 2014

Sangre en la arena: las heridas de los gladiadores



Amenazador aspecto de un gladiador tracio empuñando una sica, la espada propia de su clase

Según se ha ido viendo en las entradas dedicadas a las heridas de guerra, la arqueología forense nos ha permitido conocer con una crudeza demoledora los terribles efectos del armamento medieval. Así pues, y dado que los gladiadores también morían que era una cosa mala en los MVNERA celebrados en los anfiteatros de todo el orbe romano, vamos a intentar tener una idea de como eran heridos y como morían estos combatientes.

Un LIBITINARI arrastra el cadáver de un
gladiador muerto al SPOLIARIVM
Hasta el momento se han descubierto dos cementerios de gladiadores: uno se encuentra en Éfeso (Turquía), y fue descubierto en 2003 si mal no recuerdo. En el yacimiento se hallaron los huesos de unos 67 esqueletos. El otro apareció en la misma época en York, si bien yo albergo mis dudas de que se trate de gladiadores ya que, por las razones que más adelante expondré, me da la impresión de que se trata más bien de condenados a muerte, si no todos, al menos en su mayoría. Por último, aunque no dispongo de datos, hace ya varios años se dio la noticia de que apareció otra necrópolis gladiatoria en Córdoba aunque no he vuelto a tener noticias del hallazgo. Igual se trataba de un cementerio de mascotas y se dieron cuenta después de dar la noticia, quien sabe...

Así pues, los estudios realizados hasta el presente han permitido a los arqueólogos y forenses establecer de forma bastante aproximada diversos tipos de heridas, tanto mortales como sanadas, e incluso las lesiones y deformaciones propias del oficio que permiten concretar hasta el tipo de gladiador que desempeñaba cada uno de ellos.



Lápida de Saturnino, un famoso gladiador.
La mayoría de sus colegas no tenían la suerte de tener
un enterramiento de postín, sino una fosa anónima
Bien, dicho esto debemos además considerar una serie de cuestiones. La primera es que las luchas entre gladiadores no acababan por norma con la muerte del perdedor. Como ya se ha explicado en entradas anteriores, si el vencido era un luchador de fama o había combatido bien y el público así lo apreciaba, su vida era perdonada y volvía a su SCHOLA GLADIATORIA donde, si era necesario, recibía cuidados médicos para sanar sus heridas. En este punto conviene concretar que la atención sanitaria prestada a los gladiadores era de primera clase, y los LANISTÆ gastaban lo que hiciera falta en cuidar a sus pupilos tanto en cuanto le habían costado sus buenos dineros y había que proteger su inversión ya que un gladiador de calidad podía alcanzar precios muy elevados. Dependiendo de su fama y de quien organizara los juegos, no era excepcional que costase quince o veinte mil sestercios o incluso algo más. Y para hacernos una idea de cuanto suponía esa cifra, pongo como ejemplo que una familia normal de currantes (artesanos o campesinos) vivía con unos 500 sestercios al año. 

Ante todo, debemos diferenciar las diferentes formas de morir que podría tener un gladiador, así como especificar las lesiones que le producirían cada una de esas formas:


1. Por perder el combate y pedir el público su muerte. Como ya vimos en una entrada anterior, el gladiador derrotado debía ofrecer su cuello al vencedor y no mostrar el más mínimo atisbo de miedo o intentar esquivar la cuchillada fatal. Tal como vemos en la ilustración de la derecha, lo habitual era hundir el gladio o un puñal en la parte superior del hombro, introduciendo la punta entre el omóplato y la clavícula.


Un DIMACHAERVS finiquita
a su rival degollándolo
Según podemos observar, si la espada se clavaba perpendicularmente en el hombro derecho, su hoja interesaría el pulmón, el hígado y, si el ángulo era más acusado, el corazón. Si por el contrario se acuchillaba en el hombro opuesto, el corazón era partido en dos además de atravesar el pulmón y también el hígado. Por último, en el extremo derecho de la imagen vemos un gladio hundido en la unión entre el cuello y el tronco tal como aparece en algún bajorrelieve de la época. Esa herida sería similar a la que producen los matarifes con sus cuchillas, seccionando la carótida y provocando un colapso definitivo por la hemorragia en cuestión de no más de 20 segundos. Como es obvio, este tipo de heridas no dejaba rastro tanto en cuanto solo interesaban órganos y partes blandas que desaparecían con la putrefacción del cadáver.


Sin embargo, como vimos en su momento, cuando el cuerpo era retirado hacia el SPOLIARIVM un empleado disfrazado de Caronte golpeaba en la cabeza al muerto mientras que otro, vestido de Hermes, le aplicaba un hierro candente para comprobar que, en efecto, estaba absolutamente muerto y, si no lo estaba, pues con el mazazo lo finiquitaba. Y eso sí que nos deja un claro rastro en el cráneo, el cual podemos ver en la imagen de la derecha. Ese sujeto recibió uno o varios contundentes mazazos en el cráneo, el cual aparece fracturado en varias partes. Los destrozos en la boca y la nariz podrían haber sido consecuencia del combate ya que los gladiadores no solo golpeaban con su arma, sino que también propinaban demoledores golpes con el borde del escudo que, como vemos, bien podrían literalmente partirle la jeta al más pintado. Cabe suponer que este cráneo debió pertenecer a un RETIARIVS, el único gladiador que combatía con la cabeza desprotegida.


A la izquierda tenemos dos ejemplos más. En ambos casos, se trata de heridas muy similares producidas con seguridad con la misma herramienta. Ambos cráneos proceden del cementerio de Éfeso, y tanto el diámetro del agujero como el cráter que dejó la marca de un arma contundente alrededor de la fractura indican que el golpe fue dado en perpendicular con un martillo de cantero como el que acompaña a las imágenes, muy habitual en la ferralla romana de la época. Los orificios tienen unos 2 cm. de diámetro.

2. Muerte producida durante el combate. Obviamente, había veces en que la furia de la pelea conllevaba a producir la muerte del contrario sin dar ocasión a una rendición por parte del mismo. Al parecer, el público detestaba los combates de corta duración, prefiriendo en todo momento que los luchadores hicieran gala de sus habilidades un largo rato para mayor disfrute del personal. Sin embargo, entre casos de rivalidad entre dos famosos luchadores o bien porque el adversario le había tocado las gónadas más de la cuenta, había casos en que se despachaba al enemigo a la primera ocasión ante el cabreo del respetable.


Un ejemplo lo tenemos a la derecha, en un cráneo procedente del yacimiento de Éfeso y que muestra los orificios producidos por la FVSCINA (tridente) de un RETIARIVS. ¿Cómo pudo clavarle el tridente en la cabeza a un enemigo provisto de yelmo? Quién sabe... Podemos hacer muchas conjeturas, a cual más válida. Yo me inclinaría a pensar que bien pudo sacárselo de la cabeza al lanzarle la red, atraparlo por la CRISTA o las alas y, dando un fuerte tirón, partirle el barbuquejo y arrancárselo. O bien pudo derribarlo lanzándole la red a las piernas, tras lo cual pudo quitarle el casco y matarlo con la FVSCINA. En fin, la cuestión es que ese gladiador se lo llevaron al SPOLIARIVM con dos boquetes producidos por un "tenedor" como el que vemos en la parte inferior de la imagen y cuyas dimensiones coinciden con las de los orificios tanto en diámetro como en separación entre uno y otro. Por cierto que, al parecer, esa imagen que tenemos de los tridentes con puntas triangulares o de arpón es errónea. Sus puntas eran simplemente de sección cuadrangular 0 cónicas como las del ejemplar que mostramos aquí.

A la izquierda tenemos otros dos ejemplos bastante gráficos de heridas que se produjeron durante el combate y que, está de más decirlo, fueron suficiente para acabar con las vidas de ambos. El de la derecha muestra una fractura masiva en el cráneo, producida al parecer por un golpe de escudo que le reventó literalmente la bóveda craneana como si de un huevo se tratase. Recordemos que los gladiadores usaban unos escudos similares a los del ejército, si bien más pequeños. Los bordes de los mismos iban reforzados por tiras de bronce, así que ya podemos imaginar la temible contundencia de un golpe propinado con el canto de uno de estos escudos unido a la tremenda fuerza que le imprimiría el gladiador. Conviene tener en cuenta que estos hombres no se andaban con chorradas estilistas en sus luchas, y recurrían a todo tipo de argucias y artimañas para vencer al contrario porque les iba la vida en ello. En cuanto al ejemplar de la izquierda, no precisa muchos comentarios: un tajo propinado por un gladio o una sica aliñó al sujeto, el cual fue remitido al SPOLIARIVM con la cabeza calada como un melón maduro.



Un gladiador retirado de la arena es atendido por
el médico
3. Muerte producida tras el combate. En muchas ocasiones, los gladiadores que se retiraban a la FOSSA BESTIARIA iban cubiertos de heridas de mayor o menor entidad, desde cortes superficiales a heridas profundas que, por no haber interesado ningún órgano vital o un vaso de importancia, no producían una muerte rápida o incluso eran susceptibles de sanar si se tenía suerte. Y, naturalmente, fracturas óseas debido a las caídas, golpes de escudo, patadas, etc., especialmente en las costillas y el brazo que empuñaba el arma, buscando con ello anular al contrincante, las cuales eran tratadas sin problemas por los médicos al servicio de los LANISTÆ y que eran bastante duchos en entablillar los miembros rotos tras colocar el hueso en su sitio. Tras recuperarse, si es que se recuperaban, naturalmente, se reincorporaban a su oficio para tentar a la muerte por enésima vez en busca de la RVDIS, la espada de madera con que se le concedía la libertad. Veamos algunos ejemplos...

En las fotos tenemos tres tipos de heridas curadas anteriormente a la muerte del sujeto y que no le causaron ningún tipo de problema para proseguir con su oficio ya que fueron producidas años antes del deceso. En primer lugar tenemos un corte producido en la zona frontal de la cabeza por un gladio el cual no llegó a penetrar en la bóveda craneana. Como es lógico, abriría un corte en el cuero cabelludo que sangraría profusamente pero que con un buen lavado con vino caliente y un emplasto de hierbajos sanaba si problemas siempre y cuando no se infectase. En el centro vemos un fractura producida por un golpe que se muestra perfectamente curada años antes de la muerte del sujeto. Por último, podemos ver una curiosa herida en forma de dos pequeños cráteres que se aprecian en los círculos rojos, producidos por una FVSCINA y que no llegaron a perforar el cráneo. Es más que probable que lo que sí atravesó fue el yelmo y ya, con escasa fuerza, llegó a la cabeza o bien las puntas entraron por los amplios orificios del visor. 


SPOLIARIVM
Bien, con esto concluimos. Como hemos visto, el hallazgo de Éfeso permitió arrojar una esclarecedora luz sobre las causas de la muerte de los gladiadores, así como las lesiones que solían sufrir a lo largo de sus míseras y aperreadas vidas. De hecho, es una suerte que hayan aparecido necrópolis de este tipo ya que, como todos sabemos, en muchas épocas imperaba la cremación como forma de liquidar a los difuntos, así que los que pasaron por la pira no han podido legarnos sus miserias. Sin embargo, el tema del cementerio de York merece una entrada aparte ya que es una cuestión que, según estimo, se trató con excesivo sensacionalismo por la prensa británica y le concedieron rápidamente el título de cementerio gladiatorio, que eso debe dar más categoría que si se tratara de un cementerio mondo y lirondo. Pero, como veremos en la siguiente entrada, creo que hay indicios sobrados para descartar que se tratase del lugar de reposo de gladiadores. 

En fin, ya está por hoy.

Hale, he dicho


Las matronas romanas sentían especial atracción por los gladiadores forzudos y salvajes

No hay comentarios: